El nacionalismo romántico tiene una serie de características comunes, la primera es la mitificación del pasado preferentemente medieval, que ennoblece y da lustre al orgullo patrio a través de la historia, si bien ésta, carece las más de las veces de rigor y se basa más en la leyenda que en la realidad. En Francia echan mano de Vercingétorix para aclamar la resistencia gala a la invasión depravada y salvaje de Julio César. Lo visten de líder de una nación que luego se llamará Francia, pero que ya existía en época prerromana para gloria de sus ciudadanos
actuales.
Carlomagno es otro de sus mitos, pero también lo son las cruzadas o Juana de Arco con su tenacidad contra los ingleses y su muerte cruel. En España se mitificó Numancia y su resistencia, se vanaglorió a Viriato y sus ocho victorias sobre los romanos que incluso adornan la Seña Bermeja zamorana. Se mitificó a Pelayo y su beatificada victoria contra los musulmanes en Covadonga con la ayuda de la Santina. Se marcó como héroe al Cid, cuya inventada capacidad de hacer jurar al propio Rey en el episodio más que improbable de la Jura de Santa Gadea, fue empleado por los historiadores progresistas y republicanos para demostrar que los españoles eran indómitos incluso por sus propios monarcas. El nacionalismo español se llenó de escritores que ensalzaban las gestas heroicas de nuestros antepasados.
Se pueden diferenciar dos ramas que serían prácticamente antagónicas a lo lago de la historia contemporánea de España en su forma de interpretar la nación. La primera, la laico-liberal, que mitifica la Edad Media, con las Cortes de Aragón, los fueros municipales y las tres religiones (católica, musulmán y judía) como amalgama de la España floreciente y cuya decadencia se inicia con los Austrias, después de Villalar y el absolutismo extranjerizante. Asumiendo por tanto que “el Imperio fue un error” (Álvarez Junco 2001, 264). Esta primera corriente miraba las Cortes aragonesas como ejemplo mitificado e idealizado de límites en el poder real, haciendo alegoría del famoso juramento a los reyes ante las Cortes de Aragón “vos, que no sois más que cada uno de nos, siendo nos juntos más que vos […], presentaban a la monarquía española como no absoluta y orientaban así el mito histórico medieval en sentido favorable a la revolución constitucionalista”. La segunda, motivada por el mitologema nacional católico, que enmarcaba la Edad de Oro española en el absolutismo de los Austrias mayores, conformándose como decadencia el de los menores y por supuesto las revoluciones liberales. Esta segunda versión idealizaba a Castilla y sus éxitos de ultramar y ensalzaba las virtudes castrenses del Imperio.
A pesar del paralelismo con Francia y otras naciones de nuestro entorno, la corriente nacionalista hispana, en ninguna de sus versiones, consiguió una homogeneización del país y eso derivó en los intentos de federalismo primero, en el nacimiento del regionalismo después y en los nacionalismos centrífugos posteriores.
Fuente: NACIONALISTAS Y MILITARES, de Joaquín Rivera Chamorro.
La polémica surgida estos días tras unas declaraciones del actor que dará vida al Cid en la obra de Amazon Prime han podido ser desafortunadas, o directamente sacadas de contexto por el entrevistador (lo cual sucede muy a menudo últimamente). En cualquier caso, sin duda, existe un error de concepto en el título de ese artículo, si es que el desafortunado actor, de verdad, hizo esas declaraciones.
Si es que lo que hay es muuuucho ignorante. Muchas gracias señor Rivera, una vez más por sus explicaciones. El nacionalismo venga de donde venga, es siempre una lacra.