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CUANDO LA GEOPOLÍTICA SALVÓ A FRANCO


Los hijos de los que fueron movilizados durante la guerra civil en ambos bandos hicieron el servicio militar en la época en la que el régimen franquista era salvado por la geopolítica norteamericana. Unos acuerdos bilaterales introdujeron algunos cambios en el Ejército de Tierra.


1. EL FUTURO DE ESPAÑA ANTE LA CAIDA DEL EJE

A partir del desembarco de Normandía, la situación del régimen del general Franco comenzó a verse comprometida por la situación internacional. La actividad del Partido Comunista de España, que combatía activamente con la resistencia a la Francia de Vichy y las intrigas políticas de Indalecio Prieto y los colaboradores de D. Juan en el exilio, veían sus esperanzas de derrocar al régimen con inusitado optimismo ante la previsible caída de lo que quedaba del Eje en la contienda mundial.


La Conferencia de Yalta del mes de febrero de 1945 sentenció al régimen de Franco. Un acuerdo tácito entre los líderes aliados marcaba la pauta de una restauración monárquica con un régimen democrático en las sufridas tierras hispanas. Stalin accedió a tal plan sin gran oposición, a sabiendas de la debilidad de una monarquía que apenas tenía adeptos en el territorio español. más allá de algunos militares y ciertos círculos de las clases altas. Se auguraba por tanto un futuro similar al que poco tiempo después sufriría Bulgaria o Rumanía y que estuvo a punto de sufrir la propia Grecia, a la que solo salvó la intervención extranjera. El plan internacional para llevar a cabo el derrocamiento del régimen español fue transmitido al propio D. Juan y se basaba en un “hostigamiento del norte de España mediante milicianos exiliados en Francia y ante el peligro de extensión de choques armados, los aliados intervendrían para no comprometer la paz europea” (Anson, 1994: 218 y 219). Un intento parecido había tenido lugar en el Valle de Arán en octubre de 1944 por parte de voluntarios del Partido Comunista que se había saldado con una aplastante derrota de éstos.




Sin embargo, tras morir el presidente norteamericano y ya con Truman en el poder, la Conferencia de Postdam dio un giro significativo que sería a la postre el salvavidas del régimen franquista. La incipiente guerra fría aconsejaba un gobierno fuerte y profundamente anticomunista en la retaguardia occidental y no un sistema débil y de fácil colapso y transformación, que hubiera significado tener una península con influencia soviética, geoestratégicamente mortal para el bloque occidental. En Postdam “Truman congeló las decisiones de Yalta” (Anson, 1994: 231)


2. LA SITUACIÓN DEL EJÉRCITO DE TIERRA DESDE EL FIN DE LA GUERRA HASTA 1953


La amenaza de la oposición exterior al franquismo continúo estando plenamente activa hasta finales de los años 40, aunque muchas fuentes redundan en el año 1947 como el fin de la actividad guerrillera, algunos informes sugieren que aún había monárquicos que confabulaban con Indalecio Prieto para la instauración de una monarquía de corte liberal hasta el inicio de la década de los 50. En una reunión mantenida por un enviado del ministro de defensa en el exilio Julio Just y el teniente coronel de la CNT Miguel Palacios en junio de 1947, este último reconocía recibir una gran presión por parte de los británicos, para qué, en caso de una restauración monárquica tras un golpe de estado, aceptar la instalación de la monarquía como un hecho consumado[1].


Franco no permanecía ajeno a lo que ocurría en aquellas reuniones donde se decidía el futuro de las naciones. Tras Yalta, la primera decisión del gobierno español fue romper relaciones con Alemania, gesto que ocurre el 8 de abril en un acto de “realpolitik” difícil de comprender para muchos falangistas. Aquel que ofreció “un millón de hombres [2] si Berlín se veía amenazada por los soviéticos, se rendía ante la necesidad de la mera supervivencia, abandonando a aquellos que le habían ayudado con armas y soldados caídos durante la contienda civil.


La amenaza venía sin duda alguna desde Francia y una invasión por tierra, la inversión en defensa era desorbitada para las exiguas arcas del estado, entre 1939 y 1945 se gastó de media un 27,12 por ciento del presupuesto anual[3]. El teniente general Dávila fue nombrado ministro del Ejército, con un componente humano de aproximadamente 330.000 hombres y un material prácticamente inservible. Había dos vías básicas, una mantener el orden en el interior, en esa vieja costumbre de emplear el Ejército para salvaguardar el orden público y otra contra el enemigo foráneo. Aunque el peso contra el Maquis lo llevo casi en exclusividad la Guardia Civil, es cierto que los grandes movimientos como la ya mencionada invasión del Valle de Arán demandaron una defensa militar. La segunda vía constaba en la defensa de una gran invasión exterior. Un tercio de las tropas peninsulares estaban en guarniciones a lo largo de los Pirineos[4], donde se realizó una red de fortificaciones entre 1940 y 1951 de una longitud de 450 kilómetros, “desde el Puerto de la Selva hasta Fuenterrabía” (De Sequera Martínez, L. 2001: 155) que implicaron nada menos que 13 regimientos de Ingenieros (5 de fortificación, 2 de fortaleza, 5 de zapadores y el Regimiento de Ingenieros de Ejército)[5].


España ante una eventual invasión era capaz de movilizar hasta seis millones de hombres, casi medio millón de ellos eran menores de 40 años con experiencia en combate. Sin embargo, nuestro país no disponía de recursos naturales ni industria para mantener una fuerza armada en un conflicto de la época. La simple fabricación de explosivos era un esfuerzo manufacturero inalcanzable para las fábricas nacionales, teniendo dependencia exterior para adquirirlos. Los carros de combate eran antiguas reliquias de la guerra civil y su obsolescencia pasaba factura, apenas se disponían de recursos financieros para el mantenimiento, a pesar del esfuerzo presupuestario que hemos visto en apartados anteriores, ya que los recursos financieros se agotaban con el pago de salarios y la vida y funcionamiento de la tropa de reemplazo. Existía además un déficit notable de transportes de todo tipo, piezas de artillería, apenas había combustible y se realizaban pocos ejercicios y maniobras, siendo estos nulos a niveles superiores a regimiento[6]. El simple armamento ligero era un caos derivado de la magnitud de recursos procedentes de la contienda civil. Los militares debían desenvolverse entre 10 tipos de fusiles distintos, incluso de calibres diferentes. El informe de la CIA de 1948 que hace un repaso en cien páginas de la situación de España afirma con contundencia que cualquier poder de primer nivel, con una fuerza aérea moderna y efectiva y un ejército no muy grande pero bien equipado que pudiera operar desde una base próxima, sería capaz de “eliminar la resistencia española en un periodo de pocas semanas[7].


Los oficiales tenían una buena cualificación, los procedentes de los sistemas provisionales de la Guerra Civil por su experiencia en combate y los que habían recibido su formación en la Academia por su preparación técnica. No obstante, no existía experiencia en los sistemas de combate modernos por parte de ninguno de los dos grupos mencionados. La visión foránea de aquel Ejército cuyos oficiales aún vestían botas de montar es elocuente y goza de la objetividad de la que carecería cualquier español. Así se expresa el informe de la CIA sobre España de 1948 con respecto a sus oficiales:

La tradición de usar el Ejército como una carrera de caballeros, un instrumento para la estabilidad doméstica, un agente colonial y un mediador en política ha limitado enormemente su potencial efectividad como máquina de guerra. Aunque la moral de los oficiales y hombres es bastante buena, se ha visto disminuida por la falta de comida y el alto coste de la subsistencia, lo que hace particularmente difícil la vida de los oficiales y suboficiales jóvenes[8].


Este es el retrato de un Ejército obsoleto en su armamento, material y equipo, con unos oficiales y suboficiales con auténticos problemas económicos en una época en la que toda la población española sufría de escasez de casi todo. Por otra parte, el potencial humano de la tropa era procedente en su mayoría de una España rural que abandonaban los pueblos donde habían nacido para acudir a la llamada a filas y que en muchas ocasiones suponía la primera vez que se alejaban de su pequeño mundo conocido.


La ausencia de inventarios y la pura necesidad había originado incluso un mercado negro con respecto al mobiliario y otros enseres de los cuarteles, la gestión de la alimentación fue puesta en duda durante muchos años con los famosos bulos sobre el sargento o el capitán de cocina y las sospechas de corrupción. Estar en el Ejército no era una vida fácil, pero estar fuera de él no era mucho mejor ya que la carestía afectaba a prácticamente todos los sectores de la sociedad. Para un oficial que había salido de la Academia a finales de los cuarenta las expectativas eran más próximas a la burocracia armada que a las aventuras bélicas.


Ante tal panorama se hacía complejo incluso ascender, algo que se realizaba con lentitud por el taponamiento del escalafón, pero que “suponía un quebranto porque a menudo imponía el traslado a otra ciudad, con la pérdida de la vivienda militar” (Cardona, G. 2003: pos. 3972).


La vida de la tropa era más precaria, hacinados en fríos barracones con estufas de leña en el centro de los mismos y conviviendo con pulgas y piojos. Algunos de esos barracones de madera en la Escuela de Aplicación y Tiro de Infantería, de Hoyo de Manzanares, donde vivía la tropa, “sirvieron para simular el campo de concentración soviético” (Cardona, G. 2003: pos. 4248) de la película Embajadores en el Infierno de 1956. Este hecho debe tomarse como algo más que una anécdota.


BIBLIOGRAFÍA


Anson, L. (1994). Don Juan. Barcelona: Plaza & Janés.

Cardona, G. (2003). El gigante descalzo. El Ejército de Franco. Barcelona: Aguilar.

Central Intelligence Group. (1947). Conversations in Spain of Just Envoy with Miguel Palacios. CIA. Aprobado para desclasifiación el 24/09/1999. CIA-RDP82-004557R000800190005-2.

CIA. (1948). Spain. CIA. Aprobado para desclasificación el 04/04/2013. CIA-RDP78-01617A001500020001-2.

De Sequera Martínez, L. (2001). Historia de la fortificación española en el siglo XX. Salamanca: CajaDuero.

Mogaburo López, F. (2018). Historia orgánica de las grandes unidades (1475-2018). Obtenido de https://www.ejercitos.org/2019/05/02/historia-organica-de-las-grandes-unidades-1475-2018-iii/

Muñoz Bolaños, R. (2010). La institución militar en la posguerra (1939-1945). En F. Puell de la Villa, & S. Alda Mejías, IV Congreso de Historia de la Defensa. "Fuerzas Armadas y políticas de defensa durante el Franquismo. (págs. 15-54). Madrid: Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado.

Payne, S. (1992). Franco. El perfil de la historia. Madrid: Espasa-Calpe.

Puell de la Villa, F. (2005). Historia del Ejército en España. Madrid: Alianza Editorial.


NOTAS

[1] Central Intelligence Group. (1947). Conversations in Spain of Just Envoy with Miguel Palacios. CIA: Aprobado para desclasificación el 24/09/1999. CIA-RDP82-004557R000800190005-2. [2] Palabras del Caudillo. Pag. 204. Citado en: Payne, S. (1992: 57) [3] Muñoz Bolaños, R. (2010: p.18) Los gastos militares entre 1939 y 1945 oscilaron entre el 17,42 y el 36,38 por ciento. [4] CIA. (1948). Spain. CIA. Aprobado para desclasificación el 04/04/2013: CIA-RDP78-01617A001500020001-2. P. 52. [5] Obtenido de: De Sequera Martínez, L. (2001). Historia de la fortificación española en el siglo XX. Salamanca: CajaDuero. P. 155. [6] CIA. (1948) op. Cit. P. 53. [7] Ibid. P. 53. [8] Ibid. p. 53.


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