Ya publicada una edición en castellano de El Catalanismo, de Valentí Almirall.
Valentí Almirall está considerado como el primero que desarrolla una teoría o doctrina catalanista. Desde mediados del siglo xix la lengua catalana había resurgido de sus cenizas literarias. Durante más de 150 años el catalán había sido usado únicamente en el ámbito privado y social, pero todos los documentos y escritos se realizaban en castellano. Lo mismo sucedía con los nombres propios, e incluso con los apellidos.
En 1882 un grupo de jóvenes entusiastas y espoleados por el auge de la cultura catalana decidieron ir un paso más allá e iniciar un movimiento de corte político. El grupo era liderado por Valentí Almirall y crearía ese año el Centre Català. La pretensión inicial era reivindicar el derecho foral catalán y tratar de impedir su destrucción por parte del centralismo.
Tres años después, en 1885, tuvo lugar una reunión en la que, además de los miembros del Centre Catalá, asistieron los de la Academia de la Lengua Catalana y algunos de la Asociación Excursionista de Cataluña, con representación de la patronal barcelonesa. La probable firma de un tratado comercial con Gran Bretaña, que podía suponer una apertura del mercado nacional a los textiles ingleses se veía como una amenaza intolerable a los negocios de los burgueses catalanes. Se nombró una comisión de nueve elegidos, liderados por Valentí Almirall, que acudieron a Alfonso XII para que evitara la creación de un código civil unificado para todo el Estado, ya que, en ese momento, el código civil catalán aún se conservaba.
El catalanismo de 1886, año en que se publica la primera edición de este libro, era completamente minoritario. La alineación de parte de la burguesía con el mismo solo obedecía a la conveniencia puntual de intereses, como lo mencionado en el párrafo anterior sobre los aranceles.
El suculento mercado de Cuba y Puerto Rico suponía para la burguesía textil catalana pingües beneficios. España protegía férreamente el comercio interior, de modo que el algodón cubano se adquiría a muy buen precio, permitiendo a las fábricas textiles realizar sus productos manufacturados con evidente ventaja. Los productos que salían de las factorías catalanas se vendían en toda la península, y también, en Cuba y Puerto Rico, disponiendo así de un mercado cautivo que mantenía en una excelente salud económica a la burguesía catalana.
El catalanismo por tanto no suscitaba interés entre las fortunas barcelonesas. Mientras, en 1887, un año después de la publicación de este volumen, el Centre Català sufriría un cisma determinante para la h historia del nacionalismo catalán. Por un lado, los federalistas liderados por Almirall, aunque en ese momento se denominaban regionalistas. Por otro, un regionalismo mucho más conservador e intransigente, de corte antiliberal, donde se posicionaban clérigos catalanes como José Torras y Bages, que sería obispo de Vich. Torra escribió en 1992 La tradició Catalana, en una clara réplica al libro que hoy presentamos.
Con la escisión, los conservadores se llevaron también a un grupo de jóvenes universitarios de buena familia que a la postre desarrollarían la teoría del catalanismo posterior, renegando a Almirall a un segundo plano. Entre ellos se encontraban Francesc Cambó y Prat de la Riba. Este último, desarrolló la primera doctrina nacionalista catalana. Según de la Riba, Cataluña es la nación de los catalanes y España es solo el Estado al que pertenecen, negando al reino la categoría de nación. De él se heredó la costumbre de referirse a la patria de Cervantes como “Estado español” en lugar de por el nombre que le dieron los romanos.
El nacionalismo se va a extender una vez Cuba y Puerto Rico se pierden en el desastre del 98. Este suceso iba a ser clave para la evolución de la nación española en general.
Almirall presentaba en 1886, cuando aún era la cabeza visible del catalanismo, un libro que aunaba toda su teoría, el libro se editó en catalán, siendo esta edición que presentamos la de 1902, cuando decidió que se tradujera al castellano. El volumen se divide en tres partes:
La primera de ellas habla del estado en el que se encontraba la España contemporánea del autor. Se queja Almirall del caciquismo del régimen de la restauración que facilitaba el turnismo político entre los dos partidos dinásticos, el Liberal de Mateo Sagasta y el Conservador de Cánovas del Castillo.
Da un repaso a los males que, según él, aquejaban a una España en franca decadencia, que llegaba tarde a la industrialización y que se estaba alejando de Europa a pasos de gigante.
Para una mejor comprensión de la época, es recomendable explicar que España era un Estado centralista similar al francés. Existía un Gobierno Central, las Diputaciones Provinciales y los Ayuntamientos. Estos últimos prácticamente realizaban todas las tareas que hacen hoy día las comunidades autónomas. Debido a las deficientes comunicaciones y al atraso general de España, se puede decir que, bajo el paraguas ficticio de Gobierno Central, existía en realidad, una especie de federación de 9.000 municipios. Al no existir niveles intermedios, el caciquismo era un arte común que se ejercía en la enorme España rural, ya que vivía mucha más gente en los pueblos que en las ciudades.
Siguiendo con la Primera Parte, Almirall distingue la raza catalana y la castellana, dando una serie de generalizaciones para ambas, como si de verdad existieran dos razas diferenciadas y con características heterogéneas. El racismo es uno de los fundamentos de cualquier nacionalismo. Con el tiempo han evolucionado los términos, pero no el fondo.
La Segunda Parte es una descripción técnica, desde un punto de vista político, de lo que es el centralismo, el particularismo, el regionalismo, etcétera. Almirall va repasando los defectos y virtudes de cada uno de los sistemas, se va apreciando a medida que se realiza la lectura de su obra, como siente especial animadversión al sistema francés, deplorando el centralismo que ejerce su república.
Se aprecia en todo el texto una nostalgia por la Edad Media, suavizando incluso la época feudal, idealizando ésta, como una confederación de señoríos que ejercían gran influencia sobre el monarca, controlando el poder de este. Esta idealización obedece al influjo romántico del que derivaron los nacionalismos en el siglo xix. El romanticismo es una consecuencia del decaimiento de la sociedad. Los románticos mitifican el pasado y reniegan del presente, que consideran decadente y triste.
Se puede decir que tanto la Primera como la Segunda Parte son de gran interés para el lector actual. La Tercera, sin embargo, se concentra en dar una muy trabajada relación de las características de varios ejemplos de federalismo, tanto de origen monárquico como republicano. Desde un punto de vista histórico es francamente interesante, pero dependiendo de lo que busque el lector en esta lectura podrá encontrarlo más o menos útil.
Valentí Almirall era un republicano federalista convencido. No obstante, la Primera República española, que fue liderada por intelectuales que gozaban de gran conocimiento teórico, pero que fueron incapaces de poner nada de su doctrina en práctica, ya que su modernidad no se adaptaba a un país atrasado con un analfabetismo que superaba los dos tercios de la población, fue un fracaso rotundo. Almirall llama regionalismo a lo que en realidad es federalismo. La razón es evidente, intenta conseguir con una nueva denominación no quedar asociado con la mala prensa que habían obtenido los federales tras la estrambótica guerra cantonal de 1873.
Por último, hay que hacer un especial énfasis en el Prefacio escrito por Almirall en 1902, cuando se publicó la edición en castellano. El autor fallecería dos años más tarde y buscaba una especie de redención con el resto de España. critica muy duramente al regionalismo de ese momento, apesadumbrado al ver en que se había convertido un movimiento del cual fue principal precursor durante unos años. Lo tacha de estar movido por el odio hacia el resto de España y reniega incluso del que hoy es himno nacional de Cataluña.
Una lectura muy recomendable, tanto para quien quiere ampliar conocimientos sobre la doctrina catalanista, como para quien solo busca un acercamiento a la historia de España del convulso siglo xix.
Muy interesante el libro de Almirall. Lo que él quería para Cataluña es lo que hoy día tiene. Una autonomía y el uso cooficial de las dos lenguas de la nación. Me ha gustado mucho, sobre todo el primer capítulo. Es increíble como un libro escrito en 1902 puede parecer tan actual.