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Foto del escritorJoaquín Rivera Chamorro

EL INICIO DEL CATALANISMO.


El catalanismo político comenzó sus primeros pasos en 1882. Una serie de jóvenes entusiastas y espoleados por la Renaixença, decidieron dar un paso más allá y evolucionar de una inquietud cultural a una de raíz más política y reivindicativa. El movimiento cultural había incluido una serie de cambios de rumbo con respecto a la historiografía “oficial”, escribiendo la historia de Cataluña con el apasionamiento que proporcionaba el romanticismo. Muchas de aquellas tesis sobre la historia de Cataluña se han dado por buenas incluso en nuestros días. En 1879 Valentí Almirall, un federalista desengañado, iba a fundar el Diari Català y promovería un año después el primer Congreso Catalanista, del que se derivarían dos tendencias: La primera, partidaria de no evolucionar hacia inquietud política alguna, manteniéndose como un movimiento cultural y literario. La segunda, partidarios de involucrarse como iniciativa de corte político. Este último grupo crearía en 1882 el Centre Catalá, cuyo principal promotor sería el propio Almirall. Los diarios de la época apenas hacían menciones muy livianas de aquel Congreso Catalanista[52], dando muestras evidentes de la poca relevancia que aquella reunión tenía en la sociedad catalana del momento, menos aún en el resto de España. El diario El Demócrata hacía un comentario jocoso al respecto: Según La Correspondencia Catalana, periódico democrático de Barcelona, es verdaderamente un espectáculo sui generis el que viene ofreciendo el tan cacareado Congreso catalanista, el cual va desarrollándose en medio de la mayor indiferencia. Temas importantísimos dignos de mesurada discusión y profundo estudio, son aprobados á volapié en medio de los espontáneos […] De modo que, a juzgar por los resultados obtenidos hasta ahora, puede decirse que aquella Asamblea hubiese pasado ya a la historia, a no ser unos cuantos entusiastas que iniciaron la fundación de una Academia de la lengua catalana: cosa en la que, aunque parezca extraño, no habían caído los iniciadores del Congreso modelo, como así hubo la mesa de manifestarlo con sin igual franqueza[53] . En cualquier caso, la primera reivindicación del Congreso mencionado es la conservación del derecho foral catalán y evitar un centralismo que lo destruya[54]. Puede considerarse, por tanto, que esta reunión con mayor o menor éxito es el inicio balbuceante de un proto-regionalismo que se basa aún en los fueros, pero que ya vislumbraba una incipiente inquietud política. El segundo congreso tendría lugar en 1883. En 1885 en Barcelona se desarrolló una reunión a la que asistieron miembros del Centre Català, de la Academia de la Lengua Catalana y de la Asociación Excursionista de Cataluña, con representantes de la patronal barcelonesa. La probable firma de un tratado comercial con Gran Bretaña, que podía suponer una apertura del mercado nacional a los textiles ingleses se veía como una amenaza intolerable a los negocios de los burgueses catalanes. Se nombró una comisión de nueve elegidos, liderados por Valentí Almirall. Otro de los puntos a reivindicar, era el propósito de evitar un nuevo código civil unificado para todo el Estado, que acabaría con las legislaciones territoriales heredadas aún de los fueros. Es importante para entender el contexto del momento y cuáles eran las pretensiones de aquellos catalanistas iniciales, que aún hablaban con marcado patriotismo español, hacer una lectura de la carta con sus reivindicaciones al rey Alfonso XII: "Señor: Jamás Comisión alguna ha debido presentarse ante V. M. más conmovida que la que en este momento, y bien inmerecidamente, por cierto, tengo la honra de presidir. A excepción mía, compónenla, Señor, los hijos más preclaros de Cataluña, aquellos que, así en literatura como en ciencias políticas y morales, así en industria como en el mero trabajo obrero, ocupan el primer lugar en Cataluña, y se acercan a las gradas del trono en súplica de que V. M. se digne fijar su atención en las desgracias que sobre nuestro país viene acumulando la política centralista y unificadora de los partidos. Al efecto, tengo la honra de suplicar que acepte esta exposición y esta Memoria, reflejo fiel, en nuestro sentir, de los dolores y aspiraciones de Cataluña. Conocemos perfectamente, Señor, las obligaciones que a la regia prerrogativa impone el sistema constitucional y porque lo conocemos, no formulamos en la exposición y Memoria petición alguna que pueda contrariar los preceptos constitucionales. Pero, por lo mismo, conocemos lo que a la iniciativa de V. M. deja la Constitución, nos permitimos rogarle que fije la atención en estos documentos. No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla; pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al par que justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española.


"Señor: Jamás Comisión alguna ha debido presentarse ante V. M. más conmovida que la que en este momento, y bien inmerecidamente, por cierto, tengo la honra de presidir. A excepción mía, compónenla, Señor, los hijos más preclaros de Cataluña, aquellos que, así en literatura como en ciencias políticas y morales, así en industria como en el mero trabajo obrero, ocupan el primer lugar en Cataluña, y se acercan a las gradas del trono en súplica de que V. M. se digne fijar su atención en las desgracias que sobre nuestro país viene acumulando la política centralista y unificadora de los partidos. Al efecto, tengo la honra de suplicar que acepte esta exposición y esta Memoria, reflejo fiel, en nuestro sentir, de los dolores y aspiraciones de Cataluña. Conocemos perfectamente, Señor, las obligaciones que a la regia prerrogativa impone el sistema constitucional y porque lo conocemos, no formulamos en la exposición y Memoria petición alguna que pueda contrariar los preceptos constitucionales. Pero, por lo mismo, conocemos lo que a la iniciativa de V. M. deja la Constitución, nos permitimos rogarle que fije la atención en estos documentos. No tenemos, Señor, la pretensión de debilitar, ni mucho menos atacar la gloriosa unidad de la patria española; antes por el contrario, deseamos fortificarla y consolidarla; pero entendemos que para lograrlo no es buen camino ahogar y destruir la vida regional para substituirla por la del centro, sino que creemos que lo conveniente al par que justo, es dar expansión, desarrollo y vida espontánea y libre a las diversas provincias de España para que de todas partes de la península salga la gloria y la grandeza de la nación española. Lo que nosotros deseamos, Señor, es que en España se implante un sistema regional adecuado a las condiciones actuales de ella y parecido a alguno de los que se siguen en los gloriosísimos Imperios de Austria-Hungría y Alemania, y en el Reino Unido de la Gran Bretaña, sistema ya seguido en España en los días de nuestra grandeza. Lo deseamos no sólo para Cataluña, sino para todas las provincias de España; y si en nombre de Cataluña hablamos, es porque somos catalanes y porque en estos momentos sentimos como nunca los males que el centralismo nos causa. Señor, se nos arrebató nuestro sistema administrativo, que hoy encuentran bueno e imitan naciones cultas de Europa, para ser substituido, primero por el sistema castellano, y hoy por una copia imperfecta y viciosa del sistema francés. No podemos usar nuestra lengua más que en nuestros hogares y en conversaciones familiares: desterrada de las escuelas, lo ha sido más tarde de la contratación pública y también de los tribunales, en los cuales muchas veces, y por muy ilustrados que sean, ni los jueces entienden a los testigos y procesados, ni éstos entienden a los jueces. Y como si todo esto no fuera bastante, hace tiempo que viene amenazándose, y hoy se intenta con empeño destruir, o cuando menos adulterar, nuestro derecho civil, base indeleble de la robusta y moral organización de la familia catalana y de nuestra propiedad, que va aumentando y creciendo a medida que unas generaciones suceden a otras generaciones. A fuerza de trabajo y privaciones sin cuento, nuestros industriales han creado una industria española que en cuarenta años ha progresado y alcanzado altísimo nivel. Esta industria viene siendo atacada de raíz de algunos años a esta parte, y últimamente lo ha sido y lo es por medio del tratado con Francia y del proyecto de modus vivendi con Inglaterra. Señor: sólo la poderosa iniciativa de V. M., su alta sabiduría y el amor que profesa a nuestro país, puede poner remedio a nuestros males. Rogamos, pues, a V. M. que lo haga, seguro de que no han de faltarle las bendiciones del cielo, y la inmensa, la inmensísima gratitud de los hijos de Cataluña.[55].”


En el texto se puede apreciar como el reconocimiento de nación aún se reservaba para España, no contemplando Cataluña como tal. Se atribuye a Almirall la autoría del texto que se entregó al rey Alfonso en el último año de vida de éste. Tan solo dos años después, en 1887, el Centre Català sufriría un cisma trascendental. Por un lado, la corriente de Valentí Almirall, que percibía el regionalismo con una visión de izquierda federalista, y por otro, una tendencia mucho más conservadora e intransigente de ascendencia católica y excluyente para aquellos que no habían nacido en el que había sido Principado de Cataluña. El grupo conservador abandonó el Centre Català, para crear la Lliga de Catalunya (no confundir con la Lliga Regionalista de Catalunya que se crearía ya en el siglo xx). A esta nueva asociación se unieron varios jóvenes del Centre Escolar Catalanista, un grupo de estudiantes universitarios entre los que se encontraban ya Prat de la Riba, Francesc Cambó y Josep Puig i Cadafalch. Si la procedencia de Almirall era el federalismo, la de la mayoría de los que abrazaron la opción conservadora era el carlismo. A estos últimos se fueron uniendo jóvenes universitarios que serían quienes a la postre dirigirían la política catalanista de las siguientes décadas.


[53] El Demócrata jueves 28 de octubre de 1880 p. 2

[54] “Por esto el Congreso Catalanista pide ante todo la conservación del derecho foral catalán y reclama contra todo propósito de unificación que lo destruyera o neutralizara” La Crónica de Cataluña, 18 de noviembre de 1880, p. 3

[55] (A camps i Arboix, 1968)

[56] (Almirall, 1902, pág. 141)

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