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EL VOTO FEMENINO



Macià y Companys eran los líderes de las dos corrientes de ERC. El primero representaba el nacionalismo catalán en su vertiente más extrema, si bien, cada vez parecía más evidente que Macià se sentía cómodo en el contexto republicano. Por otro lado, Companys, que no era en absoluto nacionalista y que discrepaba de muchos de los postulados del Avi.

Uno de los episodios más controvertidos de aquellas largas sesiones en el Congreso para debatir la Constitución era el de voto femenino. El 1 de octubre se produjo el debate sobre el artículo que otorgaba a la mujer la posibilidad de participar con su voto en los procesos electorales. El artículo en cuestión era el número 34. Victoria Kent, diputada por el Partido Republicano Radical Socialista de Marcelino Domingo, abogaba por votar no al voto femenino:

Creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. Quiero significar a la Cámara que el hecho de que dos mujeres, que se encuentran aquí reunidas, opinen de manera diferente, no significa absolutamente nada, porque, dentro de los mismos partidos y de las mismas ideologías hay opiniones diferentes. […] Es necesario aplazar el voto femenino, porque yo necesitaría ver, para variar de criterio, a las madres en la calle pidiendo escuelas para sus hijos, yo necesito haber visto a las madres prohibiendo que sus hijos fueran a Marruecos; yo necesitaría ver a las mujeres españolas unidas todas pidiendo lo que es indispensable para la salud y cultura de sus hijos. […] Si las mujeres españolas hubieran atravesado ya un periodo universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino. Pero en estas horas yo me levanto para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu.[i]


La réplica de la diputada por el Partido Republicano Radical, Clara Campoamor, es una de las intervenciones más famosas de la historia de España y por ello, conviene recordarla:

Sres. Diputados, lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, Srta. Kent; comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer; al verse en trance de negar, como ha negado, la capacidad inicial de la mujer. Creo que, por su pensamiento ha debido pasar, en alguna forma, la amarga frase de Anatole France, cuando nos habla de aquellos socialistas que, forzados por la necesidad, iban al Parlamento a legislar contra los suyos.

Respecto a la serie de afirmaciones que se han hecho esta tarde contra el voto de la mujer, he de decir, con toda la cordialidad necesaria, con toda la consideraci6n necesaria, que no están apoyadas en la realidad. Tomemos al azar algunas de ellas. Que ¿cuándo las mujeres se han levantado para protestar de la guerra de Marruecos? Primero: ¿Y por qué no los hombres? Segundo: ¿quién protestó y se levantó en Zaragoza cuando la guerra de Cuba más que las mujeres? ¿Quién nutrió la manifestación pro responsabilidades del Ateneo, con motivo del desastre de Annual, más que las mujeres, que iban en mayor número que los hombres?

¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se las concederá como premio el derecho a votar? ¿Es qué no han luchado las mujeres por la Republica? ¿Es qué al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no se está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas como las otras las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones? ¿No refluye sobre ellas toda la consecuencia de la Legislación que se elabora aquí para los dos sexos, pero solamente dirigida y matizada por uno? ¿Cómo puede decirse que la mujer no ha luchado y que necesita una época, largos años de República, para demostrar su capacidad? Y ¿por qué no los hombres? ¿Por qué el hombre, al advenimiento de la República, ha de tener sus derechos y ha de ponerse un lazareto a los de la mujer?[ii].


Clara Campoamor continuó dando un auténtico repaso de dignidad a cuantos la escuchaban. Dos diputados de ERC decidieron participar de aquel debate y explicar su voto positivo. Uno de ellos fue Ramón Franco:

Voto que consideramos necesario por dos razones: una, por ser de justicia, ya que la República vino traída por los hombres y por las mujeres; y ellas pusieron tanto como nosotros. La otra razón es la de que estoy convencido que el sentimiento pacifista del mundo llegará a ser una realidad cuando en todas las naciones tengan voto las mujeres.


El otro fue Lluís Companys:

La minoría catalana no hace problema de minoría esta cuestión. Seguramente no estarán conforme absolutamente todos los individuos, pero, personalmente, yo votaré a favor del dictamen.

Me duele que, con una gran falta de sentido político, de oportunismo político, se haya querido aquí presentar esta cuestión como si los republicanos que votásemos a favor del dictamen fuésemos poco menos, políticamente, que unos insensatos y unos incapacitados. Yo no lo entiendo de esa manera, y creo sinceramente que no existe peligro alguno para la República concediendo el voto a la mujer. Si creyera que en ello podría existir el más remoto peligro, no lo votaría; hoy lo voto.

Ya sé que toda España no es Cataluña. en Cataluña, el voto de la mujer no perjudicará, sino que será un extraordinario refuerzo para la República española.

Companys sin saberlo contravenía la opinión de Macià, que no estaba por la labor de aprobar el voto femenino en Cataluña. De hecho, en 1932, cuando se precisaba votar en las primeras elecciones para el primer Parlamento de Cataluña, muchísimas entidades femeninas escribieron al Avi.


A pesar de que aquel día de debates en Madrid resultó una victoria para el voto femenino, y que la Constitución aprobada en diciembre de 1931 lo permitió, Macià no lo concedía. La excusa que presentó el president se fundamentaba en la inexistencia de un censo oficial femenino. Las verdaderas razones eran otras. Los partidos de izquierda consideraban que, si las mujeres podían votar, éstas harían caso de lo que se les dictara desde la Iglesia, ya que la mayoría eran católicas practicantes. Macià, como otros políticos, pensaban que la inclusión del voto femenino traería inexorablemente la victoria de las derechas en las siguientes elecciones.


[i]Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la República española. Número 48, p. 1351 y 1352. [ii] Ibid. p. 1352 y 1353

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